sábado, 23 de abril de 2016

Presentación de «El ojeador», de Luis Miguel Rodrigo González


Gracias a todos por venir a este nuevo encuentro, organizado por la Asociación Literaria Plaza Nueva Idazleak, con escritores de otras comunidades. No cabe duda que la descentralización ha fomentado de un modo sensacional el resurgimiento de nuestros autores locales, hecho que es de agradecer, pero también que corremos el riesgo de quedar circunscritos en el ámbito de nuestra propia autonomía, dejando de lado uno de los valores más extraordinarios de la Literatura: su universalidad.
Hoy tengo el honor de presentaros a Luis Miguel Rodrigo González, que ha venido desde Madrid para presentarnos su primera novela: «El ojeador». Que sea su primera novela no quiere decir que nos encontremos ante un autor novel, muy al contrario. En el 2006 publicó el poemario «Inclemencias de un cardo borriquero», en el 2011 el ensayo «La enfermedad de la prisa: un trastorno de los ideales» y en el 2014 «Mala letra», obra ganadora del prestigioso premio de poesía «Blas de Otero» de Majadahonda.
Antes de comenzar a hablar de «El ojeador», quisiera detenerme un instante en el título de su primera publicación: «Inclemencias de un cardo borriquero». A nadie se le escapa la connotación negativa con la que usamos esa expresión para referirnos a una persona arisca o de trato difícil. Sin embargo el cardo es algo más que una flor espinosa. Entre otras propiedades, tiene la capacidad de crecer y florecer en lugares adversos como los bordes de los caminos o las escombreras. Pues Luis Miguel es como uno de esos cardos: tenaz, dinámico, rebelde… y que, como él mismo nos indica en uno de sus poemas, ha aprendido a buscar la inspiración a ras de infierno.
En él confluye, además,  una circunstancia que le convierte en un escritor especial y comprometido: su profesión como psicólogo clínico —con más de veinte años de experiencia— con lo que conlleva de introspección, de discernimiento acerca de la esencia de las emociones y del pensamiento, y, sobre todo, de empatía hacia los demás y las diversas realidades que existen más allá de la particular.

No me extrañó que Luis Miguel eligiera el tema del futbol para su primera novela, le he visto hacer maravillas con un futbolín mientras me daba no solo lecciones de escritura sino de vida, pero sí sentí interés por ver cómo lo enfocaría. Máxime cuando soy bastante crítica con ese deporte. Y reconozco que, como esperaba, no me ha defraudado.
Luis Miguel rompe las reglas de la narración convencional y estructura la novela en: Primera parte, Descanso, Segunda parte, Descanso previo a la prórroga y Prórroga. Un partido que no es sino una asombrosa metáfora vital, en la que no encontraréis ni una sola jugada de futbol. Porque el futbol es solo el marco de referencia del que se sirve para abordar temas como la amistad, la familia, la inmigración, las drogas, las relaciones de pareja o la soledad.
La acción se desarrolla en un pueblo perdido con nombre de alambrada, pero también podría haberse enmarcado en alguno de los barrios más pobres y peligrosos de Sudamérica o en muchos de los países africanos donde los chicos improvisan pelotas de paños, mientras sueñan con triunfar como futbolistas y salir de la pobreza.
Tras conocer el rumor de la existencia de  una joven promesa del balón, Jaime, un ojeador de futbol con un solo ojo y una navaja de siete dedos en el bolsillo, llega al pueblo, con el convencimiento de que ese adolescente puede ser su última oportunidad para salir de una vida vacía y anestesiada por el alcohol.
Con este inicio, mediante el monólogo interior de cada personaje, se va tejiendo la historia de unas existencias frágiles —con sus secretos, temores, sueños y dudas—, que, a su vez, introducen al lector en una trama que discurre en paralelo. Una carrera contra la muerte repleta de acción, de peligros, de suspense, en la que se demuestra que es en las circunstancias excepcionales donde el ser humano se revela como realmente es. Y todo ello escrito con el lenguaje de los sentidos, con una sutileza tan genial como hermosa

Se dice que el jugador número doce de un equipo es la afición. En este caso, es el lector Os animo a que os convirtáis en ese decimosegundo jugador y participéis en este partido intenso y sorprendente. Porque os aseguro que cuando finalice, como ocurre siempre que la Literatura es de calidad, habréis ganado por goleada.

Y antes de terminar y dar paso a Luis Miguel, que nos hablará sobre su novela, y a Vicente Corral, que compartirá su  experiencia como ojeador profesional, no me resisto a dejaros su «Lección de futbolín», extraído del poemario premiado «Mala letra». Quiero que seáis vosotros quienes juzguéis, más allá del cariño y admiración que siento por Luis Miguel y que han reflejado mis palabras.


LECCIÓN DE FUTBOLÍN

1. —Nivel participante:
Para ser especialista en este arte primero hay que
exiliarse en el silencio —que hablen el hierro y la
madera— y dejar que el oído se acostumbre al
impacto de la bola con las tablas, sin que se nos
escape el parpadeo con el ojo que tiende a
protegerse de un tornillo desprendido o una astilla.
Esta primera fase del entrenamiento dura lo que
tarda en superarse la muerte de un amigo

2. — Nivel aficionado:
Se hace imprescindible que crujan los tendones de
la mano y jamás perder de vista la jugada, aunque la
luz del fluorescente, el humo y el cansancio nos
cieguen las muñecas.

3. — Nivel competitivo:
Se debe mantener el pulso frío cuando cientos de
derrotas observan la partida. Esto se consigue
 cuando las nuestras pesan tanto como aquellas.

4.— Nivel profesional:
Se hace preciso, para llegar a ser alguien en el juego,
pedernal tras las costillas, rabia de sobra y la
puntería que sólo proporciona haber perdido
mucho desde niño.

5.—Nivel ganador:
No deben aspirar los vencedores a premios
sustanciosos; tal vez a que les llamen por su nombre
y quede sepultado en el olvido, a base de victorias,
su apodo de extrarradio.


6 comentarios:

  1. Fue una delicia asistir a la presentación y conocer a Luismi y a Elena en persona. Qué grandes personas. Nos quedaron las ganas de volver a encontrar nuestros caminos. Tu presentación, como siempre, de las que tocan el corazón. Gracias por revivir ese momento.
    Un beso.

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    1. Gracias a ti por acompañarme. Fue una tarde deliciosa y un privilegio tener entre nosotros a Luismi y Elena. La Literatura nos da muchas cosas, entre las más valiosas: conocer a gente y encontrar amigos.

      Besos y muchos abrazos

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  2. No hay mayor premio que el de seguir aferrado a la pluma endurecidos sus dedos, sentir el sudor en su cuerpo, y que brote y chorreen por sus dedos, aun añosos, miles de sueños, miles de sentimientos los que nos hagan vivir, para morir como los salmones rio arriba buscando su nacimiento.
    Ese es el premio. Ese es el poder de los sueños.
    Bss

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    1. Y es un placer comprobar que tú continuas, ahora más si cabe, tras tus sueños.

      Besos y muchos abrazos

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  3. Yo no estuve físicamente, pero como si hubiera estado. Magnífica presentación, Atxia, de un escritor espléndido. En todos los géneros. Luis es de los buenos, buenos. Y tú demuestras cada día que dominas el oficio. Enhorabuena.

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    1. Claro que estuviste, Emilio. Es tanto lo que he aprehendido de ti que, en cierto modo, siempre me acompañas :-)

      No sé si la presentación es magnífica, pero sí que está hecha desde el cariño y admiración que, desde el principio, me ha unido a Luismi. Pero eso no quiere decir que le reste objetividad. Como dices es de los buenos :-)

      Besos y muchos abrazos

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