sábado, 17 de enero de 2015

El monstruo de Mary Shelley

Comienza a anochecer. Las sombras lastiman y golpean las ramas de los árboles, mientras  Mary camina hacia el viejo molino. Sus aspas protestan en un lento pero insistente girar. De repente, escucha  la cadencia de unos pasos que se acercan a su espalda. Tap, tap, tap… Una criatura, grande y deforme, avanza hacia ella desde la espesura del bosque. Mary se gira lentamente, sin prisa, para enfrentarse a esos ojos que la miran con reconocimiento. Ella sostiene el peso de su mirada. Todo a su alrededor parece haberse detenido, excepto la mano del monstruo que se aproxima a su rostro.

Mary se despierta, aprieta los parpados y aguanta la respiración durante unos segundos. Un momento fugaz que desea transformar en imperecedero, como una fotografía congelada en el tiempo. Abre los ojos y tapa su boca para acallar el llanto. A su lado el corazón de Percy, su esposo, envuelto en palabras de amor.