viernes, 16 de julio de 2010

LA BATALLA FINAL


















“…en todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío”


Ernesto Sábato


Todo comenzó la noche del 29 de Enero. Como tantos habitantes anónimos caminaba, sin rumbo, por la ciudad. Entré en un bar y me mezclé con las soledades que buscan olvido alrededor de la barra. Ni la neblina del humo, ni los whiskies que tomé cambiaron mi vida anodina. Sólo conseguí que se borraran los recuerdos de aquella noche.

Desperté en una habitación desconocida con una enorme resaca por compañera de cama. Tambaleándome llegué hasta el cuarto de baño. Abrí el grifo de la ducha y dejé que el agua refrescara mi cuerpo pero no logré que disolviera los claroscuros que cubrían mi memoria. De pronto sentí un hormigueo en el hombro. Salí de la ducha y, mientras me secaba, me miré en el espejo. Pero sólo vi una marca no más grande que un lunar. Recogí rápidamente la ropa, me vestí y me fui directamente a la oficina.

La molestia continuó durante toda la jornada. El picor se convirtió en calor, como si algo me estuviera quemando desde el interior. Esa noche no pude dormir, preso de pesadillas y del calor, cada vez más intenso, que emanaba de mi piel. Al día siguiente la mancha se había extendido hacía la espalda. Fui al médico pero no supo darme una explicación. Quizás una alergia, quizás...La mancha, como una sombra, continuaba extendiéndose por mi cuerpo.

La noche del 7 de Febrero fue terrible. Un dolor espantoso se apoderó de mí. Sin fuerzas me desnudé y me miré de nuevo en el espejo. La imagen que vi me dejó atónito. Un enorme dragón me miraba desde el cristal. Su figura se perfilaba sobre mi espalda. Asustado y en un vano intento por anular la marca en mi cuerpo, restregué mi piel sin resultado alguno. El dragón venía a vengarse de mí. Crecía, se transformaba.

Desde aquella noche fueron constantes las batallas con el dragón y en todas terminaba derrotado. Sus alas se desplegaban por mi cuerpo. El fuego que manaba de su boca quemaba mi vientre. Sus garras amenazaban con desgarrarme el alma. Pero nadie me creía: ni los amigos, ni los médicos, nadie, absolutamente nadie. Para ellos sólo era un tatuaje, y mis palabras eran una burda broma...o la invención de una mente enferma.

Hoy abandonado por todos, encerrado en esta habitación, libraré la última batalla. Llevo cinco días sin dormir. No puedo más. Me pesan los ojos. Sé que esta noche sus garras alcanzarán mi extenuado corazón.



sábado, 3 de julio de 2010

HACIA EL AGUA




















Hacia el agua

Hoy el mar
entra por mi ventana.
Cortina de bruma
que lo inunda todo.
Aire con olor a sal.

Tul que difumina contornos
y deja espacio a la imaginación.

No veo tejados,
ni edificios que recorten horizonte.
Siento la paz de la montaña
caminando hacia el agua.