lunes, 23 de junio de 2014

Ágora


Nahia enciende el ordenador. En la barra de herramientas, una luz parpadea avisándola de que tiene un email nuevo en la bandeja de entrada. Abre el correo. Es un mensaje de Luis notificándola que, a las 20:00 horas, estará esperándola en el chat. Mira el reloj, las 19: 20.

Los minutos pasan lentamente y Nahia comienza a ponerse nerviosa. Como un animal enjaulado camina por el apartamento sin saber qué hacer. Prepara una infusión, enciende la televisión... Nada la serena ni tranquiliza. Abre la puerta de la calle. Su corazón comienza a palpitar a gran velocidad. Su visión se vuelve borrosa. “Imposible, no puedo hacerlo.” Se dirige al cuarto de baño y abre el armario que hay sobre el lavabo. En el estante de arriba están los antidepresivos y ansiolíticos que toma de forma habitual desde que, hace unos meses, nueve para ser más exactos, se le diagnosticó Trastorno de pánico.

Todo comenzó un día en el que,  sin causa aparente, mientras estaba en el metro, comenzó a sentirse mal hasta el punto de perder el conocimiento. Desde entonces, los episodios de pánico habían convertido su vida en un abismo. Y el miedo, como un parásito adosado a las paredes de su cuerpo, había tomado el control de su vida, hasta el punto de no poder dar un paso más allá del jardín de su casa. Todo su universo, aquél que había edificado con dedicación y esfuerzo, se había desmoronado.

Las 19:35. Nahia mira por la ventana. Los transeúntes pasan por la calle ajenos a su particular infierno. “Qué ironía, mi realidad se ha trastocado. Vosotros sois los espectros que habitan mi realidad virtual, aquella que no puedo alcanzar. La otra, la veraz para mí,  se encuentra tras una pantalla del ordenador. Esa es mi conexión con la vida. Un solo clic,  y puedo completar mis necesidades físicas y, sobre todo, las emocionales... Aquellas que, por vuestra incomprensión, me negáis.”

Las 19: 55. Nahia se sienta frente al ordenador. Busca entre los favoritos la dirección del foro. Sonríe al teclear la clave de acceso. Es consciente de que esa palabra, Ágora, es el anagrama que la acerca hacia su Libertad.