sábado, 26 de febrero de 2011

EL CAMINO DE BALDOSAS AMARILLAS



















“ La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo,
el ensayo de un camino, el boceto de un sendero.”
(Hermann Hesse)

Caminar con la confianza del corazón es seguir el camino de baldosas amarillas del mundo de Oz. Pero no somos personajes de un cuento ni de un sueño. No se escuchará el dulce latido de un corazón de hojalata, ni el rugido de un valiente león, ni los consejos de un espantapájaros, ni una dulce música que anime el camino.
En este viaje, que hay que hacer en solitario, no existen brujas, pero si vientos y fantasmas. El árido viento del Sur, que ahoga y asfixia, morderá nuestros sentidos con ira e intolerancia. El gélido viento del Norte exhalará dudas y nostalgias de un invierno que estremece las cortinas del pensamiento... Y el fantasma del miedo nos dejará suspendidos en el vacío, en la nada.
Pero ni todos los miedos del mundo podrán hacernos olvidar el único camino que nos lleva a la felicidad. Es el camino de baldosas amarillas que guardamos en nuestro interior.

domingo, 13 de febrero de 2011

PATCHWORK


















Patchwork


Extiendo mi piel sobre la mesa.

Costuras que rozan y ciñen la figura
hasta ahogarla

Un corte aquí, un hilván allá...
me reinvento cada día.

No encuentro el patrón exacto
que acomode la vida a mi talla.



martes, 1 de febrero de 2011

ENVIAR



















Todo en la vida de Marta debía ser perfecto. Sus padres se lo habían inculcado: “Tienes que ser la mejor en todo lo que emprendas.” “Tienes que esforzarte más.” “Las cosas se hacen bien y la primera.” Las exigencias se agarraron a su vientre y convirtieron a Marta en una mujer indecisa, vacilante, siempre pendiente de la aprobación de los demás.

Percibía el mundo como un lugar contaminado donde todo era posible. Cuanto más quería simplificar, más se complicaba todo. Cualquier decisión, por simple que fuera, elegir la ropa por la mañana, comprar un electrodoméstico, elegir un plato del menú...era causa de ansiedad.

Marta deseaba que la duda abandonara la silla que todas las noches ocupaba, frente a ella, en la cena. Pero no lo hacía, era su peor enemiga y, sin embargo, su más fiel compañera. Por eso, cuando al mandar un mensaje, en la pantalla del teléfono apareció ¿Enviar? no pudo más. La atmósfera se volvió lenta, pesada.