sábado, 30 de octubre de 2010

QUE NO CESE NUNCA EL RAYO



















Ven, siéntate a mi lado, que quiero leer la vida en tus manos.

(Y Miguel, en silencio, extendió sus manos.)

“Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.”


Tres heridas, tres líneas dibujadas, cruzan tus manos:

Eslabones del destino forman la línea de la vida...Y en esta hora última, real y desnuda de la muerte, acompáñame, alejémonos de la sombra. No, no cierres los ojos. Que sepan los hombres que no aspiré a cerrar unos ojos, que siempre miraron de frente.


ETERNA SOMBRA

Yo que creí que la luz era mía
precipitado en la sombra me veo.
Ascua solar, sideral alegría
ígnea de espuma, de luz, de deseo.

Sangre ligera, redonda, granada:
raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
Fuera, la luz en la luz sepultada.
Siento que sólo la sombra me alumbra.

Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo.
Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
dentro del aire que no tiene vuelo,
dentro del árbol de los imposibles.

Cárdenos ceños, pasiones de luto.
Dientes sedientos de ser colorados.
Oscuridad de rencor absoluto.
Cuerpos lo mismo que pozos cegados.

Falta el espacio. Se ha hundido la risa.
Ya no es posible lanzarse a la altura.
El corazón quiere ser más de prisa
fuerza que ensancha la estrecha negrura.

Carne sin norte que va en oleada
hacia la noche siniestra, baldía.
¿Quién es el rayo de sol que la invada?
Busco. No encuentro ni rastro del día.

Sólo el fulgor de los puños cerrados,
el resplandor de los dientes que acechan.
Dientes y puños de todos los lados.
Más que las manos, los montes se estrechan.

Turbia es la lucha sin sed de mañana.
¡Qué lejanía de opacos latidos!
Soy una cárcel con una ventana
ante una gran soledad de rugidos.

Soy una abierta ventana que escucha,
por donde va tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.

(Miguel Hernández)


viernes, 15 de octubre de 2010

ALIENTO

















Aliento

Los días ocultan
entre las manos
su cabeza.

Se amontonan
las palabras
que empiezan a crecer.

Palabras que se balancean
y caen, mientras su sombra
se multiplica en sueños.

Siempre nos queda el aliento
de un poema perdido,
entre las ropas colgadas
que ventilan la verdad
y la mentira.



lunes, 4 de octubre de 2010

TRANSPARENTE
















Ojos azules de niña transparente.


Y rastros de un invierno
que no puede soñar.

Saira mira por la ventana desde un Kabul, envuelto en polvo y arena, que daña los ojos. Está sentada junto a su hija Arezo, de la que no se ha separado desde que ingresó en el hospital. La niña, por fin, se había quedado dormida, extenuada de tanto vomitar por culpa del gas que había inhalado en la escuela.

Saira acarició el cabello de su hija mientras Arezo repetía en sueños: "Estaba en clase cuando me pareció oler una flor..."

Arezo, mi pequeña niña, -dijo Saira desde el calabozo de tela en el que estaba encerrada- quise llamar a la esperanza con el nombre que elegí para ti. Has aprendido muy pronto que la vida no es justa, pero no te había advertido que, además, puede ser cruel. Tu único pecado es haber nacido mujer, y en este país las mujeres comen dolor y beben lágrimas. Quise que tuvieras el futuro que a mí se me negó. Rogué a la vida que te entregara tus sueños. ¿Qué puedo decirte ahora que sientes que el intento es frenado por la vida, o por la muerte...? Sólo que son las dos caras de una misma moneda.

Saira rompió a llorar por ella, por Arezo. Y por su rostro rodaron lágrimas que nadie verá.