lunes, 20 de abril de 2015

Regla de tres

















«Dos trenes parten de ciudades distantes entre sí por 50 kilómetros. ¿En qué punto se encontrarán, si el primero viaja a una velocidad de…? »
Sentado en el andén, Marcos intenta resolver el problema, con sabor a infancia y tiza. Mira el panel informativo y selecciona diferentes horarios con los que despejar la incógnita. Al final,  elige el de las cinco y media.
Su nerviosismo aumenta con el paso de estaciones, hasta que divisa un convoy que marcha en dirección contraria. Ambos trenes paran y quedan en paralelo. Sus miradas se encuentran a través del cristal. «¿Te hallaré en mis sueños? », ruega en silencio Marcos. Y la joven, antes de que el tren continúe hacia su destino, asiente con una sonrisa.

viernes, 17 de abril de 2015

El libro de las historias fingidas


Poco de lo que diga sobre Pedro P. de Andrés os va a sorprender porque,  aunque voy a referirme a su faceta literaria, no podemos olvidar que, Literatura y vida siempre van unidas y que, como dijo Aristóteles, al fin y al cabo somos lo que hacemos.
Conocí a Pedro a través de la plataforma cultural Netwriters, de la que es uno de los participantes más activos. En esa red social literaria, además de foros y grupos temáticos en los que interactuar, se ofrece la posibilidad de participar en concursos semanales con los que aprender y crecer como escritores.  Cuando comencé a leer sus relatos en dichos certámenes, a pesar de que su narrativa me resultó,  al principio,  un tanto barroca, me atrajo poderosamente por sus imaginativas tramas, el uso tan original que hacía de algunas acepciones y, sobre todo, por sus asombrosos finales.
Cuando se comienza a escribir hay que dejar de lado la imagen romántica del escritor que decide iniciar una novela, se sienta ante una hoja en blanco y comienza su trabajo hasta terminar una historia, sólida y conmovedora, con la palabra fin, solo con la inspiración. Convertirse en escritor lleva tiempo. Pedro es consciente de que es un proceso particularmente largo y complicado, que requiere esfuerzo y constancia. Si hay algo que le caracteriza, además de una predisposición natural para la escritura, es su ansia de aprender y la falta de ego a la hora de admitir críticas y sugerencias. A base de revisar,  reescribir, y poner  todas sus herramientas en beneficio de lo que quiere contar, ha logrado un estilo ágil, directo y elegante, sin perder un ápice de su originalidad. Lo podréis comprobar cuando tengáis en vuestras manos «El libro de las historias fingidas».

Muchos de sus primeros textos están reunidos en este libro. Recuerdo que, cuando los recopiló para una posible publicación, comenzó a seleccionarlos según épocas, temas… pero no encontraba un marco que les diera sentido, hasta que un día me dijo, «y si…» Ese condicional, en él, siempre es el inicio de una búsqueda, de un nuevo itinerario literario que de cobijo a su inquietud constante. Inspirado en «Las mil y una noches» y en Sherezade, ese personaje que, en cierto modo, todos los escritores llevamos dentro, creó una historia que les dio unidad. Una ficción en la que descubrimos la trayectoria vital y literaria de un protagonista que se ve impelido, por una fuerza sobrenatural, a convertirse en escritor y que no deja de ser el reflejo de la del mismo autor y, por ende, de la de cualquiera que se acerque por primera vez a la escritura.
Os invito  a que toméis su mano y le acompañéis al interior de una sima del bosque, donde, según sus palabras, todo es posible y nada es lo que parece… Entre sus páginas hallaréis fantasía, magia y misterio, pero también realismo, porque Pedro no espera a que la musa aparezca y le encuentre trabajando, sino que sale a buscarla. Él sabe que la inspiración está en todas las partes y descubre la belleza, lo inusual, el humor…  el simbolismo de lo cotidiano.  Porque, al fin y al cabo, el Arte en general, y la Literatura en particular, no es sino la vida cotidiana cargada de sentido.