domingo, 15 de diciembre de 2013

EL OSCURO BORDE DE LA LUZ














«Se puede tener, en lo más profundo del alma, un corazón cálido, 
y sin embargo, puede ser que nadie acuda a él» .
(Vincent Van Gogh)...................


El oscuro borde de la luz


Ane mira el paisaje que tiene frente a ella. Tres caminos rojos se abren paso en un campo de trigo que se mece con el viento. Primero, lentamente, después con fuerza.  Ane presta atención al sonido del viento,  al susurro que produce el roce de las espigas. Siempre ha sentido una fascinación especial por los paisajes sonoros, por esa voz de la naturaleza, como ella la llama, que le ayuda a percibir la vida a través de los sentidos. De repente, una bandada de cuervos se eleva sobre el trigal. Revolotean, se buscan y entrecruzan sus alas para enfrentarse a la tormenta que se dibuja en el horizonte. Un escalofrío recorre su cuerpo mientras observa cómo se alejan. Piensa, al verles mezclarse con las sombras del firmamento, que son el símbolo tenebroso de un destino del que nadie, a veces, puede escapar. Saca de su bolso el  cuaderno y la caja de lápices de colores que siempre lleva consigo y comienza a dibujar la escena.
—No, así no… en la naturaleza no hay líneas.
Ane estaba tan abstraída, que se sobresalta al escuchar la voz y se le cae el cuaderno. Se gira y ve a un hombre pelirrojo, de unos treinta cinco o cuarenta años, fuerte, de anchas espaldas, que viste un guardapolvo gris y un gran sombrero. «No es posible se parece…» Ane mira con disimulo la oreja izquierda del hombre. «Una cosa es desear parecerse a personajes que admiramos, vestir como ellos, imitar sus gestos… pero llegar, incluso, a cortarse el lóbulo para parecerse a él… No, es imposible…»
 El extraño se agacha a recoger el cuaderno y se lo da a Ane con una sonrisa.
—Perdón, siento haberte asustado. Me llamo Vincent… —le dice el hombre ofreciéndole la mano.
«Vincent… Claro, no podía ser de otro modo».  Ane duda, no sabe cómo reaccionar. Primero piensa en salir corriendo, pero luego mira sus ojos y no encuentra en ellos ningún rastro de locura, solo una inmensa tristeza y soledad. No sabe  la razón pero aquel hombre no le inspira temor.
—Hola, —dice mientras acepta la mano tendida— mi nombre es Ane.
—Es un paisaje fascinante, ¿verdad?
—Sí, por eso quería retenerlo.
— ¿Retenerlo? No…  lo que estabas haciendo era copiarlo, convertirlo en una imagen estática. No tienes que delinear los contornos de las cosas, tienes que buscar su luz, el movimiento de la quietud. Debes romper sus límites, sus bordes, penetrar dentro de ellas… que tomen cuerpo y volumen dentro de ti, para, después, atravesar ese muro invisible que existe entre lo que sientes y lo que ves.
—Pero antes necesito un bosquejo, un marco de referencia para no perder la información.
—No, no necesitas detalles específicos, ni referencias. Solo debes pintar lo que hay dentro de las cosas, la sensación que producen… que sea tu alma la que plasme las formas y los colores. Así  lograrás expresar tus emociones aunque pintes la más negra de las noches. Ven, demos un paseo, quiero enseñarte algo.
Caminan juntos hasta que llegan a un mirador desde donde se divisa un paisaje nocturno. Lo primero que llama la atención de Ane es la silueta de unos cipreses que se eleva hacia el cielo como una llamarada vegetal. Al fondo ve la silueta de un pueblo con la larga aguja de la torre de la iglesia presidiendo el conjunto. La línea del horizonte está baja, dándole protagonismo al cielo y a la luz que irradian las estrellas y una extraña  luna en cuarto menguante.
— ¿Dónde estamos?
— En mis sueños. Lo que ves es mi interior, mi mirada, expresada en luz y color. Cada pincelada es un pensamiento, una emoción, que rompe la barrera que nos separa y llega hasta ti.  Sueña las pinturas, Ane,  y luego pinta. Busca dentro de ti lo que crees que está fuera.

Ane siente unos toquecitos en su hombro.
—Perdón, señorita, es hora de cerrar el museo.
Mira por última vez el cuadro. «Esta escena es tu carta de despedida. No sé cuál de los tres senderos elegiste. Quizás el del centro que se pierde entre el trigo y se adentra en la pintura. Solo espero que al final encontraras la luz que tanto buscabas, aunque fuera a través de la muerte…»





20 comentarios:

  1. Maravilloso, niña dulce.
    Si Vincent te leyera vería que le has comprendido.
    Besos, muchos.

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    1. Si Vincent nos leyera, vería que somos muchos los que comprendemos y acudimos a su dulce corazón. Gracias de su parte y de la mía.

      Besos y abrazos.

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  2. Delicadeza a flor de piel para delinear los contornos que surgen entre lo que se ve y lo que se siente,
    Muy hermoso. Gracias y besos.

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    1. La misma que has puesto tú, Rosa, al traspasar los contornos de mis palabras a veces tan concretas. Gracias por hacerlo.

      Besos y abrazos

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  3. Hermosísimo relato, Mari Carmen. Lo tiene todo: ficción de la buena, belleza y contenido. Felicidades, es un gustazo leerte.
    un abrazo muy fuerte

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    1. Nines, eres un regalo, siempre tan expendida y generosa en tus apreciaciones. Gracias de todo corazón.

      Besos y abrazos.

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  4. La luz se vislumbra entre lo opaco de los sueños... siempre te despiertas con un a sonrisa que no se detiene ni entre las comas de tus versos.

    un beso y felices fiestas...
    Yo tengo un cuadro en mi casa
    que no dejo de mirar...
    Son tus ojos Zagala
    que no se pueden olvidar.

    Antonio

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    1. Me alegro, Antonio, de que encuentres un punto meridiano entre mis letras que aporte algo de luz.

      Gracias por tu amistad y los versos :-)

      Besos y abrazos

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  5. Te imagino imaginando esta historia mientras contemplabas el cuadro, y no puedo evitar una sonrisa. Me recuerdas a mí. Cuántas veces estoy pero no estoy. También me ha gustado que humanices al pintor, que lo acerques sin prejuicios.
    En literatura no deberíamos limitarnos a copiar la realidad, sino interpretarla para ofrecer al lector algo de nosotros mismos. Nuestra impresión, nuestra huella, eso es lo que nos distingue de los demás.

    Un abrazo.

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    1. Entrar en el museo de Van Gogh fue una experiencia inenarrable. Sentí con él, en su época más oscura, la de los “Comedores de patatas”, el sufrimiento y la penuria de los pobres; disfruté con la explosión de color al llegar a París, con su detallismo en su etapa japonesa y quise, como él, fraccionar la fugacidad del tiempo en bellos girasoles… Pero, a la vez, cuando me adentraba en sus cuadros pintados desde el sanatorio, o en este que traído aquí, que fue el último que pintó, sentí vergüenza. Vergüenza, porque estaba complaciéndome con el dolor de un ser humano. Porque no olvidemos que tras el genio, solo había un hombre con una sed inmensa de conocimiento y que quiso amar sin saber cómo hacérselo patente a los demás.

      Sobre lo que dices de la Literatura, creo que es inevitable dejar nuestra huella en lo que escribimos, porque, al fin y al cabo, es lo que somos. Observamos, interiorizamos… y plasmamos una proyección de nosotros mismos, tanto en las temáticas, como en las formas o géneros.

      Gracias por esa sonrisa, Jose, y por acompañarme en este viaje.

      Besos y un fuerte abrazo.

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  6. Todo lo revitalizas, eres una bombona de oxígeno, literal.
    Un beso

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    1. Qué bonito lo que me dices, Luismi, me has hecho sonrojar :-)

      Besos y un fuerte abrazo

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  7. Cada vez que leo este relato - y otros muchos tuyos - me doy cuenta de la grandísima escritora que hay detrás de estas líneas. Vas edificando tus libros poco a poco, acumulando creatividad y calidad literaria. Llevas la vocación impresa en ti desde tus primeros libros de lectura. Y ya has publicado un libro extraordinario, Patchwork. El nuevo, el próximo, no va a ser inferior. Sorprende la variedad, la sensibilidad, la capacidad de llegar al lector. Eso, con algunos lectores, lo consigues como pocos autores. Enhorabuena. El País Vasco, y el idioma castellano, tiene una escritora de primera línea.

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    1. Sabes, Emilio, que me cuesta hacerme a la idea de que soy escritora, aunque no eres el único que me regaña por ello. Por eso agradezco siempre vuestros comentarios tan llenos de confianza hacia mí y mis escritos… Sobre todo tú, que desde tu posición de amigo y maestro, tienes mucha culpa de que “Patchwork” sea la concreción de un sueño que, en su momento, ni siquiera me atreví a tener. Gracias de todo corazón.

      Besos y un fuerte abrazo.

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  8. Imagino a Vincent encontrando su luz...

    Sensibilidad, como señala Emilio Porta, es la piel de tus palabras.

    Feliz Navidad, Mari Carmen!!!!

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    1. Como la tuya… Solo espero que pronto vuelvas a proyectar esos rayos que tanto echamos de menos y anhelamos.

      Que la felicidad que te deseo para estos días se extienda al resto del año.

      Besos y un fuerte abrazo.

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  9. Mi querida amiga, creo que a través de ti, Vincent ha conseguido que experimente las mismas sensaciones que escribes en este relato tan hermoso. No es mentira, te lo aseguro. Esta es la belleza del arte en su estado más puro. Gracias por este regalo de navidad cielo, que no hubiera sido posible sin tu sensibilidad a flor de cada palabra que nos dejas. Un abrazo con esa admiración que no cesa.

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    1. Mi querida Rosa, no sé cómo agradecer tu comentario. Porque aunque es cierto que escribimos para nosotros mismos, también lo hacemos para que los demás compartan nuestros sentimientos y emociones… Si he logrado llegar hasta ti, me doy más que satisfecha.

      Gracias por el regalo de tus palabras y el cariño que siempre hay en ellas.

      Besos y un fuerte abrazo

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  10. Un relato muy hermoso, siempre me gusta mucho lo que escribes, pero esta vez me ha emocionado de manera especial, creo que has llegado al alma de Vincent y nos lo has sabido transmitir. Un fuerte abrazo.

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    1. María, si te has emocionado, tú también has logrado entrar en su alma. Yo solo soy un mero transmisor, los sentimientos y pensamientos son solo tuyos. Gracias por compartirlos conmigo.

      Besos y abrazos.

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