domingo, 16 de diciembre de 2012

LA PEREZA DE SER PRINCESA



















Un ligero haz de luz atraviesa los pesados cortinajes iluminando el lecho en el que Estefanie duerme. En su bello rostro apenas si puede percibirse la nube de los sueños que pasan por su frente.  “Es tan hermosa…” piensa el Príncipe. Por un instante duda en alterar su vida durmiente, pero como, finalmente, es lo que se espera de él, se inclina y besa sus labios. Estefanie abre los ojos y, tras unos instantes de turbación, se incorpora y le da un bofetón al Príncipe.


— Pero, Este, yo… ¿qué es lo que he hecho mal? –dice el Príncipe, mientras se masajea la mejilla.
— ¡¿Qué que es lo que has hecho mal?! ¿Te parece poco despertarme? ¡Y encima, te tomas la libertad de besarme…!
— Pero tú… ¿Tú no estabas bajo el influjo de un hechizo? Mi destino era encontrarte, deshacer el embrujo y ser feliz a tu lado comiendo perdices. No entiendo que…
— Serás engreído y arrogante… ¿Pensabas, que iba a lanzarme, así, sin más, a tus brazos? Estoy harta de príncipes azules que acaban desteñidos y convertidos en sapos. Tengo dieciséis años y toda una vida por delante. No pienso consentir que nadie, ni mis padres, ni tú, ni siquiera unas hadas, decidan por mi.

Los padres de Estefanie, alertados por los gritos procedentes de la habitación de su hija, aparecen en el dintel de la puerta.
— ¿Pero qué has hecho, hija mía? -dice el rey- Vas a crearme un conflicto con el país vecino.
— ¿Yo…? Mira, padre, todo esto es culpa tuya. Tú ordenaste al gabinete de prensa que enviara un comunicado a los medios de comunicación para que difundieran el rumor de que estaba hechizada. Y todo para esconder mis deseos y decisiones. Pues este es el resultado…
— Pero, hija, -dijo la reina, que la miraba con la tristeza de quién ha sentido en su propio ser la misma angustia que, en este momento, siente Estefanie - Tu padre solo quiere lo mejor para ti. Tú eres una princesa, y como tal estás destinada a un príncipe y a una vida de cuento...
— Madre, sé que tú me comprendes. Ya os dije que si no podía ser protagonista de mi propia vida me quedaría en la cama, sin hacer nada, como mera espectadora. Además, en el fondo, ¿no es eso, según el protocolo, la función de una princesa? Pues ya lo habéis logrado. Y ahora, por favor, dejadme dormir en paz. Por lo menos, en mis sueños, nada está escrito, y puedo crecer y tener mi espacio de libertad.  Y dicho esto la princesa se tendió de nuevo en el lecho y les dio la espalda.

El rey se acerca al Príncipe que, desde lejos, observa la escena perplejo, sin salir de su asombro.
— Acompáñadme, joven, al comedor, -dijo el rey-. Allí, tomando unas viandas y una copa de vino, podremos hablar con tranquilidad. Disculpad, suena el móvil de mi hija...
— Sí, por favor, padre, dejadme sola.


“Las niñas ya no quieren ser princesas..." La voz de Joaquín Sabina le avisa de que tiene un sms. “Conéctate a Twitter. Besos. Cenicienta”. Estefanie, de mala gana, se levanta y enciende el ordenador que tiene sobre el escritorio. Tras insertar la clave, entra en el perfil de Cenicienta, y comienza a leer los Tweets.

@princesscenicienta. Os recuerdo que hemos quedado esta tarde, a las 8:30, en el bar que hay en el puerto.

@pincessblancanieves. Pues conmigo no contéis, tías, tengo que ir a probarme el vestido para el baile de la semana que viene.

Sonriendo, Estefanie escribe:

@princessbelladurmiente. ¿No podemos dejarlo para otro día? Es que hoy apenas he dormido…


41 comentarios:

  1. Ya ni las historias de princesas pueden ser lo que eran jaja Un beso

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    1. Winnie, soplan vientos de cambio… hasta para las princesas :-)

      Te deseo que pases unas felices fiestas, aunque conociéndote sé que así será.

      Besos y miles de abrazos.

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  2. Es genial.. efectivamente las niñas ya no quieren ser princesas y.. no les falta razón.

    Me encanta Mari Carmen y está perfecto.

    Gracias.

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    1. Claro que no les falta razón, Carmen. Alejarse de ese entorno paternalista y machista ha costado años pero, en la mayoría de los casos, lo de ser sumisas y obedientes pasó a la historia.

      Disfruta de estos días y se feliz.

      Besos y abrazos.

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  3. La pereza invade tambien a las palomas, el mensaje ahora lo lleva un pajarito celeste que no vuela...

    Un placer, Mari Carmen. Que tengas bonitos días.

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    1. Quizás, Luna, más que la pereza, lo que impide a las palomas volar sea el peso que ponemos sobre sus frágiles alas, sobre todo después de habérselas cortado tantas veces. Si no creemos en ella y su mensaje cómo va a volar…

      Que seas feliz estos días, y siempre.

      Besos y un abrazo dulce Luna.

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  4. Uno de mis irreverentes favoritos, Carmen. Originalísimo. Un abrazo enorme, niña dulce.

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    1. Mi querida Vichoff, que alegría verte aquí :-) Gracias por tus palabras que me tomaré como el mejor de los cumplidos, porque, en esto de los irreverentes, eres una maestra consumada.
      Lo que he disfrutado y prendido leyéndoos en el grupo 2Cuentos infantiles” de NW: “La casita de chocolate” de Esther, tu “La sirenita”… Ah, y la “Apasionante historia de María Font Aneda” que escribisteis a varias manos. Creo que añadiré alguno a esta entrada. Serán nuestros particulares cuentos de Navidad. Empezaré por uno tuyo.

      Te deseo lo mejor, no solo para estos días, sino para siempre.

      Besos y abrazos.

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  5. Las niñas ya no quieres ser princesas
    y a los niños les da por perseguir
    el mar dentro de un vaso de cerveza...

    Pongamos que hablo... ¿de cualquier sitio?

    En realidad ¿quien quiere ser dueño de su vida?. Demasiado trabajo para una princesa.

    Un beso.

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    1. Eso mismo me pregunto yo, Manuel, con lo que cuesta caminar. Y encima una se cae y se llena de barro, y hay que levantarse de nuevo sabiendo que volverás a tropezar… Y todo eso por mantener un espacio de Libertad en el que poder ser uno mismo. Sí, demasiado trabajo para una princesa.

      Disfruta de estos días, pero sé feliz siempre

      Besos y abrazos.

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  6. Hola guapa, bonito relato pasar
    por tu espacio un placer.
    que tengas una buena semana
    y felices fiestas.
    un abrazo.

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    1. Gracias, Ricardo, el placer es tenerte en este espacio. Siempre encontrarás la puerta abierta.

      Que pases unas felices fiestas y se cumplan todos tus deseos.

      Un abrazo.

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  7. Jajajajajajaja, tu imaginación es genial. Me encanta ese mundo de princesas desafiantes y con las ideas muy claras.
    Un abrazo, Mari Carmen.

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    1. Cómo me gusta verte reír, Juji, ya sabía yo que este cuento te gustaría. Hay que retar a la vida, aunque se sea princesa :-)

      Te deseo todo lo mejor y que no pierdas nunca esa alegría que te caracteriza.

      Besos y abrazos.

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  8. Mari Carmen, realidad o ficción, todo va cambiando para bien. Fíjate que a mí creo que igual me han engañado con lo de ser la reina de mi casa ja,ja,ja.

    Un abrazo.

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    1. Y razón no te falta, Alicia, porque si duro es ser princesa, cuando te proclaman reina de la casa malo, malo… :-)

      Gracias por implicarte en el cambio, porque el mundo cambia en la medida que lo hacemos nosotros.

      Disfruta de estos días y que sus luces te iluminen todo el año.

      Besos y abrazos

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  9. Las princesas de los cuentos son las que más me gustan. Sobre todo la protagonista de este excelente relato;una mujer con fuerte personalidad. De no ser princesa de cuento, hubiera sido la reina de su casa, seguro, jajaja.

    ¡¡Muy Bueno, Mari Carmen!!

    Un besito y FELIZ NAVIDAD.

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    1. Mila, a mí ni de pequeña me gustaron las princesas. Mis cuentos favoritos fueron Alicia, Peter Pan, La cerillera, El príncipe feliz… Eso de dejar el destino en manos de los demás, nunca ha ido conmigo. Quizás si hubieran sido como esta, con personalidad, carácter y voluntad… No lo sé. Gracias dios incluso los roles de los cuentos están cambiando.

      Disfruta de estos días, mi dulce soñadora.

      Besos y abrazos.

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  10. Corre, corre mi corcel
    Caballito de ‘maera’
    Que la princesa mis sueños
    ‘Queó’ atrapada en la Vega.
    molina

    Feliz año y felicidad para su señoría y los que tienen la fortuna de compartirla.

    un beso

    antonio

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    1. Que ternura e inocencia hay en ese caballito de madera, Antonio. Me ha hecho recordar al precioso poema de Machado sobre la importancia de los sueños.

      “.. Todo es soñar,
      el caballito soñado
      y el caballo de verdad.”

      Que pases unas felices fiestas, que salgas bien de este año y entres el siguiente mejor.

      Besos y abrazos.

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  11. Me ha encantado el humor del cuento, aunque me temo que muchas princesas lo que quieren es ser mayores. Los sueños son cosas de niños.
    Ojalá haya cada vez menos mujer florero y más princesa crápula. La imaginación no delinque jamás.
    Feliz Navidad y hasta la vista.

    Un abrazo.

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    1. Jose, los sueños no solo son cosas de niños… ¿Qué sería de los adultos sin ellos? Nosotros conocemos la diferencia ente realidad y sueños y lo difícil que es transformarlos, pero esa posibilidad es nuestro motor y esperanza. Acariciar un sueño es hermoso y sabemos que se puede lograr. Como dijo Shakespeare: “Somos del mismo material del que se tejen los sueños, nuestra pequeña vida está rodeada de sueños. “

      Dejemos que los niños quieran ser adultos, es lo normal, ya se encargarán ellos, como lo hacemos nosotros, de regresar, de vez en cuando, a ese trocito de infancia que tod@s llevamos en nuestro interior.

      Que cada día sea para ti, mi querido crápula, una feliz navidad.

      Besos y abrazos.

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  12. Una preciosidad,MC. Las revisiones de los clásicos hay que hacerlas así, con estilazo. Enhorabuena.

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    1. Gracias, Enrique, por tus palabras. Qué bonito es revisar los clásicos, ¿verdad? Siempre desde el respeto y cariño que les debemos. Y para estilazo el de Soledad con Caperucita o la Ratita presumida que voy a traer a continuación.

      Felices días hoy y siempre.

      Besos y abrazos.

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  13. SCHNNEEWITTCHEN Y… (1ª parte)

    (Fefa Martí Maldonado)

    Me da igual lo que piensen los otros pero yo no estoy dispuesto a soportar esta situación ni un día más. Qué digo un día… ¡ni una hora, ni un minuto! Allá ellos con sus decisiones, yo ya he tomado la mía: hago la maleta y me largo, me las piro, me esfumo, huyo.
    Me cuesta entenderles, por todos los demonios. Después de tantos años de trabajar juntos, de compartirlo todo, creí que los conocía, creí que no teníamos secretos los unos para los otros. Pero nunca se puede decir que conoces a otro hasta el fondo de su corazón, de su pensamiento. No, no, no, en absoluto. Ha tenido que ocurrir esta desgracia para que me diera cuenta. A mi edad.
    Me consolaré pensando que nunca es tarde para aprender una lección. Y ésta la he aprendido de verdad, sin fisuras: no la olvidaré aunque viva otros cien años.
    Éramos un grupo bien avenido, una panda de amigos que habían tenido la suerte de encontrar un trabajo digno y una vivienda que bastaba para cubrir nuestras necesidades. ¿Qué más hace falta para ser feliz, eh? Pues no mucho más, creo yo. Un buen fuego en el invierno, una botella de licor de cerezas y un cigarrillo de hierbabuena. Los hombres no somos exigentes, podemos ser felices casi con cualquier cosa. Quiero decir que si tenemos un buen asado de ciervo con el que acallar el hambre, no nos acordamos del pato confitado y si el moral, el ciruelo y el manzano dan fruto a su debido tiempo, ni se nos ocurre pensar en complicarnos la vida haciendo compotas o en tartas. Por no hablar de la ropa, claro, que con cualquier paño que nos cubra y nos abrigue tenemos de sobra. Pues eso: que llevábamos un montón de tiempo viviendo tan felices y de repente… sobrevino la desgracia.
    Yo se lo advertí el primer día, cuando, a pesar de lo que opinábamos Soneca y yo, los demás consintieron que se quedara a dormir.
    —Por la caridad entra la peste —dijo Soneca.
    Y a Zangado le faltó tiempo para llamarle desalmado y egoísta. Ya ese pequeño detalle me alarmó porque nunca antes se habían dicho esas cosas entre nosotros y no me equivoqué al pensar que aquello era solo el principio.
    El amanecer del día siguiente no hizo más que confirmar mis sospechas. Cuando nos levantamos, la mesa estaba preparada con un desayuno ciertamente opíparo y, en el escaño del zaguán, nos esperaban unos paquetes con nuestros nombres escritos en caligrafía inglesa y con todo el aspecto de contener un bocadillo.
    Camino del trabajo me acerqué a Atchim para hablar del asunto porque con Dengoso, Dunga, Zangado y Feliz era inútil intentar algo: al ver los tazones llenos de leche caliente y las tortas de maíz habían empezado a babear como idiotas.

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  14. SCHNNEEWITTCHEN Y… (2ª parte)

    —Creo que te alarmas sin necesidad, Mestre —me dijo—. Se irá dentro de unos días, en cuanto encuentre algo mejor.
    “Se irá dentro de unos días”, “Se irá dentro de unos días”… ¡Seis meses lleva ya! ¡Y qué seis meses, por el Dragón de la Lengua de Fuego! Empezó por imponer un horario estricto de comedor de modo que, si no estabas sentado a la mesa a la hora marcada, te quedabas sin comer. Luego se empeñó en que hiciéramos la cama todos los días, como si eso fuera una buena costumbre. Siguió, creyendo que nos hacía un favor, por la ropa, y nos tejió unos jerseys y unos gorros espantosos, llenos de colorines, tan llamativos que varias veces estuvieron a punto de atacarnos los jabalíes porque nos confundían con pavos reales. Después vino el momento “Hogar y moda” y llenó toda la casa de visillos, de cojines y de tapetes de ganchillo…
    Pero lo peor estaba por llegar. Anoche, después de cenar, nos reunió en torno a la chimenea y dijo muy seria:
    —Ahora os voy a leer unos poemas que he escrito en mis ratos libres.
    Miré furioso a Atchim mientras me preguntaba si también tendríamos que soportar aquello pero Atchim me hizo un gesto con la mano pidiéndome calma y decidí darle una oportunidad. Pero cuando empezó a leer, con esa vocecita suya de niña cándida y escuché lo de…

    “Quiero ser rayo de sol que ilumine tu camino,
    Quiero ser arroyo claro que te marque tu destino”…

    …comprendí que había llegado al límite de mi paciencia. Aguanté hasta el final, para que nadie sospechara (tuve tiempo de oír un “Las lágrimas de mis ojos/ son perlas no cultivadas/ que van a humedecer tus labios/ cuando llegue la alborada”) pero ya había tomado mi decisión.
    Es duro acabar así con una amistad de tantos años pero no lo soporto, no aguanto ni un minuto más a esta ñoña, cursi, remilgada y estúpida. ¡Es superior a mis fuerzas!
    El otro día vi a un cazador merodeando por el bosque. Voy a ver si doy con él y me dice dónde puede estar la madre de esta empalagosa. Igual la pobre mujer está deseando encontrarla.

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  15. LA RATITA PRESUMIDA de Soledad Serrano


    (partidaria de la mezcla étnica)


    Siempre fui partidaria del diálogo interracial. Pero vayamos por partes, que se han dicho muchas tonterías sobre mí.
    Todo empezó aquella mañana en que yo barría mi escalera porque no me quedaba otro remedio. Que luego he visto los dibujos esos en los que me ponen con un delantal, allí, barre que barre, cantando como si fuera tonta y encima estuviera contenta, con lo que siempre he odiado las faenas domésticas...

    En fin, a lo que íbamos: barriendo me encontré la famosa monedita y decidí comprarme un lazo. Que no es que yo buscase novio sino que a una le gusta estar mona ¿o es que acicalarse es ir pidiendo guerra? Pues parece que sí, porque enseguida empezaron a pasar moscones prometiéndome el oro y el moro.
    Yo estaba a lo mío, con la escoba aparcada y leyendo la Metamorfosis de Ovidio, que por cierto, no se la recomiendo, porque es un poco indigesta. Nada de estar sentada y modosita esperando que vinieran a declarárseme. Y menos el ratón ese con el que dicen que me casé. Pero cómo puede una casarse con un individuo que te dice que se va a pasar las noches durmiendo y callando ¡ni que fuera imbécil! No, yo no me casé con ese sansirolé. Tampoco lo hice con el perro, aunque sí es cierto que me lo ligué durante todo un verano, pero le faltaba conversación, sólo hablaba de sus huesos y de un amo que tuvo una vez y que le tiraba continuamente una pelotita como si repetir eso mil veces tuviese la menor gracia. Lo cierto es que en septiembre lo mandé a paseo. Fue entonces cuando conocí al gallo que era muy mono, las cosas hay que decirlas, pero muy estirado. Ese pretendía meterme en una especie de harén con una docena de gallinas, y no estaba yo para andar compartiendo novio con nadie y menos con esa panda de pánfilas emplumadas .
    Lo mío en el fondo fue con el gato, digan los cuentos lo que digan. Ese sí que era un tío divertido, lleno de cosas que contar y que se había corrido todos los tejados del barrio y en ese momento estaba dispuesto a compartir tamaña experiencia conmigo. “Ratita —me dije— es tu oportunidad. Siempre lo has dicho: diálogo interracial” Así que, dicho y hecho, dialogamos que ni se sabe. Todo el mundo advirtiéndome “que te va a comer, que te va a comer”. “Por supuesto —pensaba yo— que me coma lo que quiera, para eso estamos.
    Luego se fue. De fiar, lo que se dice fiar, no hay prácticamente ningún macho, pero que me quiten lo bailado... no lo barrido.

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  16. LA CASITA DE CHOCOLATE de Esther Requena

    Érase una vez un niño y una niña llamados Hansel y Gretel que eran diabéticos y alemanes.
    Un día su padre y su madre, hartos de tener que renunciar a los dulces para dar buen ejemplo, les abandonaron en la sección de congelados del Carrefour y salieron huyendo sin tener ni siquiera la decencia de avisarlos por megafonía.
    Los niños vagaron su desconsuelo durante horas hasta que llegó la hora de cerrar. Nadie se fijó en ellos, nadie les preguntó dónde estaban sus padres…los pobrecitos niños lloraban amargamente, cosa lógica porque es imposible que lloraran con dulzura dado su trastorno metabólico.
    Cuando se cansaron de llorar comenzaron a explorar el establecimiento ayudados por la tenue luz de emergencia con tan buena suerte que, de repente, vieron parpadear un cartel de neón en el que se leía la palabra “Club” CHOCOLATENHAUSENVONMALVADABRUJEN porque, como todo el mundo sabe, en Alemania se habla alemán, que tiende a juntar las palabras y hacerlas una, más o menos como las afamadas navajas suizas que valen para todo. Es por ello que se antiguamente se cantaba aquello de “imposible el alemán”.
    Pero a lo que íbamos, los niños, alborozados se dirigieron hacia el lugar, comprobando, sin tanto alborozo, que era la tienda de chuches del Centro Comercial en el que se enclavaba el Carrefour. En la puerta, abierta, se hallaba sonriéndoles dulcemente una señora mayor, fea como un demonio, con un gorro puntiagudo, una verruga en la nariz y una escoba.
    - ¡Qué guay, Gretel, es una bruja! (Brujen paretze, Gretel, ¡waw!)
    - No te acerques, capullo, que nos sonríe dulcemente y nos va a subir la glucosa. (¡stop, florentze! Glukosa suben)
    Mas la mujer mayor, digamos la bruja, consolólos con promesas de llamar a la policía para que a sus padres les metieran tremendo puro por abandono filial y los niños se dejaron convencer porque ansiaban vendetta.
    Les ofreció toda su tienda para saciar el hambre, pero los niños, lejos de agradecerle su ofrecimiento, se dedicaron a analizar las etiquetas de las chuches como les habían enseñado en el kindergaten (Educación del Consumidor) y dieron a la bruja una buena charla (aproximadamente dos horas y media) sobre los peligros de los acidulantes, conservantes y colorantes con los que los malvados fabricantes de chuches envenenaban a las criaturas de poca edad y a los golosos mundi.
    La señora mayor empezó a dudar de la idea de socorrer a los pequeñuelos por la terrible brasa con la que ambos la torturaban, sin piedad, sin vergüenza.
    Tres horas más tarde, cuando los niños terminaron de raspar el caramelo de las manzanas, el azúcar de las almendras garrapiñadas (garrapiñaten almendren) sin dejar de lanzar proclamas sobre los beneficios de la alimentación vegana y su componente ideológico, la señora mayor se rindió, se quitó el disfraz de bruja y señalando la salida con el dedo les echó de allí:
    - ¡A la puta calle! (¡ puten strasse!)
    Lo que se ha sabido con posterioridad es que los servicios sociales se hicieron cargo de los hermanitos e interpusieron orden de arresto a los padres, que habían huido a Mallorca, como suelen hacer los alemanes de bien. También se dice que en las noches de luna llena, en los bosques que rodean los hermosos pueblos de tan magno país, puede verse vagar a Hansel y Gretel, marcando el camino de regreso con miguitas de pan integral de cultivo biológico y ecológico a la par.
    Buscando níscalos.

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  17. EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR de Luisa Grajalva

    Queridos incautos:
    Ya, ya sé de qué manera os han contado mi vida. Que yo era un engreído, que no pensaba más que en trajes, que me engañaron diciéndome que era estúpido si no veía un traje inexistente, que desfilé desnudo…
    No os creáis nada. La historia es bien distinta. Bueno, desfilar sí desfilé como os han dicho, pero fue porque yo quise. Todo lo urdí yo. ¿Que por qué? Ahora os lo cuento.
    Desde que era pequeñito me gusta andar por el mundo como Dios me trajo al ídem. Experimento una reconfortante sensación de libertad y bienestar cada vez que me quito la ropa y pongo en contacto mi cuerpo con el aire… o con lo que se tercie. Pero nací emperador, que vaya puntería, porque, además de ser lo más aburrido del universo, resulta que desde que eres un bebé te adornan con unos ropones espantosos, llenos de dobleces, puntillas y lacitos. Yo me veía ridículo. Y tenía un calor de muerte, que el clima de mi imperio, para colmo, es tropical.
    Con gran desesperación de mis padres, cada vez que podía me quedaba en cueros; lo mismo me daba estar solo en mis aposentos que en medio de la recepción más lujosa. Me paseaba in púribus por todas partes e irrumpía de la misma guisa en los actos más solemnes. Mientras fui niño, parece que les hacía gracia a todos, pero a partir de mi adolescencia, y aún más cuando alcance la mayoría de edad, las broncas eran espantosas.
    - ¿Quieres hacer el favor de taparte tus vergüenzas?
    ¿Mis vergüenzas? Había recibido clases de anatomía y mi profesor no había señalado ninguna de las partes del cuerpo humano con ese nombre. Fue mi madre quien me dijo que las vergüenzas se encontraban entre la cintura y las rodillas. Pero como yo no encontraba nada de qué avergonzarme en la zona indicada, seguí con mi afición por la desnudez.
    Para ver si se me pasaba la manía, mis padres decidieron buscarme una esposa. Y ahí es cuando la cosa fue a peor. Me casé con una prince-pija elegida por mis progenitores y, al principio, bien, parecía que hasta le gustaban mis costumbres. Pero no pasó mucho tiempo sin que empezase a reprobarlas. Natural. Ella era todo lo contrario que yo, una fashion-victim que no salía del gimnasio y se gastaba el erario público y el privado en bolsos de Vuitton y zapatos de Louboutin, mientras me humillaba reiteradamente:
    - Te estás poniendo fondón.
    - Más te valía esconder esa tripa cervecera.
    - Uy, qué asco, da grima verte ese culillo tan flácido.
    - Hijo de mi vida, si yo tuviera ese cuerpo, no se lo enseñaba ni al médico.
    Y lindezas parecidas. Lo dijo y lo repitió hasta que, con mi dignidad por los suelos, decidí que tenía que dar un escarmiento a ella y a todos. Fue entonces cuando urdí lo del traje que solo los estúpidos no podían ver.
    Así que me puse en contacto con un par de actores, que simularon confeccionarme un fastuoso traje con una tela que era invisible para los tontos, hicimos correr el bulo de que lo estrenaría en el desfile, y me dispuse a la venganza.
    Me lo pasé en grande. Yo desfilando como me gustaba y todos aquellos pelotas diciéndome lo maravilloso que era mi traje nuevo. Empezando por la arpía de mi mujer, que, para entonces ya se había liado con su masajista. Hasta que llegó el niño y dijo lo de: Va desnudo. Y todos los papanatas se dieron cuenta de que, con una voz sin prejuicios, el niño decía la verdad. Alcancé a oír el comentario de la bruja de mi consorte:
    - Si ya decía yo que esa birria de cuerpo no hay traje que la disimule.
    Acabé de desfilar sin inmutarme, pero, mientras lo hacía, tomé mi gran decisión y la puse en marcha al día siguiente: nombré al niño emperador, desaparecí con lo no puesto y me vine a trabajar a este lugar en el que soy muy feliz.
    Es, naturalmente, un camping nudista.

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  18. LA VERDADERA HISTORIA DE LA SOMBRA DE PETER PAN de Emilio Porta

    Lejos estaba J.M. Barrie de pensar que un pequeño detalle sin importancia iba a suponer para él una pesadilla y le iba a obligar, para no dejar mal a su personaje, a contar la historia de Peter Pan como realmente no fue. Él, que había creado a Peter en su deseo de intentar comprender el misterio de la edad, que había convertido a un niño gordo y rubio en un elegante fantasmita volandero vestido de Robin Hood y alimentado por la luz de una pequeña hada que esparcía misterio y protección con sus alas, él que sabía que los fantasmas no proyectan sombra, sin embargo, cometió la ligereza de crear una sombra traviesa para Peter. La sombra de un espíritu juguetón y rebelde tenía, necesariamente, que ser como él, pues las sombras son muy imitativas, casi no tienen iniciativa propia y se limitan a acompañar los movimientos de los cuerpos que reflejan. Solo que la sombra de Peter Pan sí quería tener vida propia. Iba pegada a él regañadientes, cansada de ser ignorada en cada vuelo, de desaparecer entre otras sombras mayores. Solo cuando Peter se acercaba mucho a alguna estrella, o bajaba a los tejados y ventanas de las casas de Londres, la sombra cobraba realidad. Muda, callada, doblada sobre el aire o las paredes, la sombra de Peter Pan estaba deseando escapar de aquél muchacho engreído y vanidoso que se negaba a crecer. Y así esperó, noche tras noche, a que llegara la ocasión de hacerlo. Y se la dio la huida precipitada de Peter con Wendy y sus hermanos de la casa de los Darlington. Nana, la perra que cuidaba a los niños, descubrió su presencia y se lanzó tras Peter. No pudo evitar que escapara por la ventana, pero su sombra, que deseaba separarse de él, se quedó un poco rezagada, lo suficiente para que Nana la cogiera entre sus mandíbulas y la separara del duendecillo. “Guau - gritó Nana - se ha ido…¿y qué hago yo ahora con esto?” La sombra nada dijo, solo esperó a que Nana la depositara en el suelo y ver que sucedía. Y lo deseado ocurrió. Por fin era libre, por fin se había independizado de Peter , podía intentar tener esa vida propia que tanto anhelaba. Pero no podía moverse: al fin y al cabo era una fina capa inerte – y esto fue su terrible descubrimiento – que solo existía en movimiento cuando Peter la llevaba pegada a sus pies. Aceptó su destino y quedó allí, doblada, hasta que la señora Darlington, al verla, supuso que Peter volvería a buscarla, pues no podía imaginar que se dejara quitar algo tan suyo.
    - Vamos, Nana, vamos a guardar esto en un cajón. Seguro que una noche de estas volverá a por ella y podremos intentar capturarle.
    Nana miró con sus ojos tristes a su ama sabiendo que viniendo del País de Nunca Jamás, Peter rescataría su sombra sin dejarse atrapar.
    - Tú dormirás aquí y, en cuanto aparezca, ladras y verás como conseguimos cogerle.
    Nana se quedó noche tras noche esperando y vigilando pero, días más tarde, el cansancio la pudo y se quedó dormida. Antes de cerrar los ojos creyó percibir una pequeña luz, como una luciérnaga, asomarse a la ventana. No llegó nunca a saber que era Campanilla, el hada madrina de Peter, su pequeña compañera de juegos. Y fue Campanilla, no Peter, quien rescató su sombra. Ella, silenciosa y diminuta, entró por una rendija y ató la sombra a su cabello y, como una nube, voló con ella hasta Peter Pan.
    - Peter, te traigo tu sombra…
    - Déjala a un lado Campanilla, ya no la necesito. Cuando la llevo puesta noto como un peso encima, como si siempre quisiera hacer su vida. Olvídala, no la quiero.
    La sombra sintió que iba a ser libre, que iba a poder volar libremente. Pero Peter, en un acto de inesperada crueldad, dijo:
    - Ah, Campanilla, no la pongas al lado de la luz, guárdala en un lugar oscuro. No quiero que ande por su cuenta. Por su culpa casi no podemos escapar de casa de los Darlington. Estoy harto, Campanilla, estoy harto de ella. Déjala que se disuelva en la oscuridad eterna.

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  19. EL PRINCIPE DEL GUISANTE de Dolores Espinosa

    Soy “El príncipe del guisante” o, hablando con más propiedad, soy el príncipe que se casó con la Princesa del guisante… ¡menuda idea tuve! ¡Qué tendría yo en la cabeza para poner todo mi empeño en casarme con una “Princesa de Verdad”!.

    Es increíble lo ingenuo que fui al creer todo lo que me contaban mis padres.

    Las “Princesas de Verdad” son encantadoras y fascinantes. – decían.

    Las “Princesas de Verdad” son mujeres de modales y gustos exquisitos. – afirmaban.

    Las “Princesas de Verdad”, querido hijo, son el no va más del glamour y la elegancia. – me repetían una y otra vez.

    Y yo, claro, me lo creí. A fin de cuentas son los reyes y, lo más importante, son mis padres. No iban a mentirme. Y, bueno, mentirme, no me mintieron… se limitaron a no contarme toda la verdad.

    De modo que ahí salí yo al mundo, como mandan los cánones de todo buen cuento de hadas, en busca de mi “Princesas de Verdad”. Conocí muchas princesas, de todos los tipos, de todas las razas, de todos los tamaños y con todas las virtudes que se pueda imaginar pero… (Ah, el pero…) ninguna era una “Princesas de Verdad”. Ninguna de ellas tenía ese “algo”, ese glamour, ese encanto, esa fascinación. En fin, todas tenían algún defecto que no las hacían aptas para ser mi esposa.

    Y seguí buscando y buscando hasta que, cansado y decepcionado, decidí volver a casa. Y entonces apareció ella. La auténtica. La real. La fascinante y encantadora y glamurosa y hermosa y elegante “Princesas de Verdad”.

    Y mamá (la reina) la puso a prueba con el dichoso guisante. Y superó la prueba con creces (tuvo moratones durante días). Y me enamoré de su encanto y de su real realeza y de su fascinante elegancia y de su glamurosa gracia.

    Y le pedí que se casara conmigo.

    Y ella, con exquisita dulzura, me respondió afirmativamente.

    Y al poco tiempo nos casamos…. Y me convertí en el “Príncipe del guisante” o el “Señor de la Princesa del Guisante” o, incluso, en el “Señor Guisante”. Todo el mundo se quedaba prendado de su “algo” y a mí no me miraban dos veces; todos recordaban su historia y la adoraban y la buscaban y yo pasé a ser una especie de guardaespaldas incordio.

    Pero no es eso lo peor de estar casado con ella, no. Eso aún podría soportarlo y hasta disfrutarlo. Lo peor es esa “sensibilidad” suya, esa “delicadeza” insufrible. No hay quien la toque porque, ante el más leve abrazo, se queja de dolores múltiples; un simple beso en la mejilla le supone, dice, un sufrimiento inenarrable así que ni hablemos de besos más apasionados y nada de caricias porque la dejarían marcada, o eso asegura ella… Yo sé que todo eso es mentira. No se puede ser tan “sensible” al tacto y luego ponerse esos ajustados corsés.

    No, lo que ocurre es que sólo puede pensar en si misma. Se pasa el día pensando en vestidos, zapatos, cosméticos, peinados, fiestas, paseos, admiradores… No sabe hablar de nada que no sea ella misma y su “shaaarme” (así lo dice ella “shaaaaarme”) y su “chic” (bueno, ella más bien dice “shiiiic”).

    Para ella no existe en el mundo nada más interesante que ella misma.

    Yo, por supuesto, no existo para mi esposa. En realidad no existo para nadie. Dejé de existir en cuanto se acabó el cuento, es decir, justo cuando nos casamos.

    Ella es el centro de todo y yo soy un mero comparsa.

    Y es que sólo a mí se me ocurre empeñarme en buscar una “Princesas de Verdad” en lugar de buscar una “Mujer de Verdad”.
    Sólo a mí se me ocurre buscar a alguien lleno de perfecciones cuando, seguramente, habría sido más feliz con una persona repleta de imperfecciones.

    Cualquier día reuniré el valor suficiente para dejar de ser el que se casó con la “Princesa del guisante” y me iré a buscar otras princesas y a ver otros mundos y a ser yo mismo.
    Cualquier día… Ya lo verás.
    Ahora, con tu permiso, debo irme, mi esposa está esperando que le lleve su capa de seda para salir hacia un nuevo baile. Y ya se sabe que no se puede hacer esperar a una “Princesas de Verdad”.




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  20. Pero Atz...esta entrada es antológica...nunca mejor dicho. Nos estás reuniendo a todos...gracias y un beso grande. Siempre haces algo que nos sorprende. Qué bonito regalo.

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    1. Hay algo más entrañable que leer cuentos el día de navidad al amor de la lumbre… A decir verdad, no tenemos fuego, pero si unos cuentos asombroso y el calor de la amistad. ¿Se puede pedir más?

      El regalo sois vosotros :-)

      Besos y abrazos.

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  21. ¡Feliz Navidad princesa!, claro que a ti no hubo que despertarte con un beso porque llegaste bien despierta a este mundo corazón.

    ¡Me ha encantado!... lástima que este mundo absurdo esté recuperando el mito de ser princesa para no tener que pensar en cómo enfrentarse a él...Claro que las que conseguimos escaparnos del cuento no se lo vamos a poner nada fácil.

    Gracias mi querida amiga por tu lucha y por escribirlo tan bien. Un abrazo

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    1. Claro que no se lo vamos a poner fácil, mi querida Rosa, ni en actitud ni en escritura :-)

      Cuesta romper estereotipos, sobre todo los que han estado tan arraigados y que tanto daño han hecho. Es inevitable que l@s niños busquen referencias. Solo espero que hayamos sabido transmitir la diferencia entre modelos y referentes. Y que busquen aquello que les sirva para aprender y cuestionarse quién o qué quieren ser, y que no se limiten a imitar.

      Un besito, cielo, te deseo todo lo mejor para el año que viene. Te lo mereces.

      Besos y abrazos.

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  22. Querida Mari Carmen:

    Como acostumbras, nos deleitas con otro cuento innovador. Leyéndolo he visto a los Reyes Magos al natural, con vaqueros, sudadera y mocasines de mercadillo; pimplaban peleón en la tasca del barrio.

    Ya va siendo hora de que las princesas aligeren sus gastos y prescindan de hadas madrinas. Con ellas solo consiguen dar gusto a las creencias de toda la vida con brujerías y milagros imposibles. Ya va siendo hora de que lo clásico quede donde está, que las princesitas se compren las “chuches” en el “todo a cien”, que hagan “botellón” y que descubran el amor verdadero con el hijo de un anarquista cualquiera, bajo la manta, en la “mani” de los indignados.

    Ya sé, eso solo pasa en la ficción. Paciencia. Algún día, cuando aprendamos a reinventar el mundo como tú, las fantasías se convertirán en pura realidad.

    Paz y trabajo, amor y besos.

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    1. Cómo me gusta tu comentario, Alex. Sí, ya es hora de que los clásicos se queden donde están. No podemos seguir contando historias de princesas encerradas en torres de marfil, esperando a que un príncipe les rescate de su destino. No debemos olvidar que los cuentos son, además de un divertimento que fomenta la imaginación, un camino de iniciación hacia el conocimiento de los más pequeños. Y que, sin aleccionar, hay que mostrarles valores positivos que les hagan crecer como personas en igualdad, responsabilidad…

      Gracias a dios, el mundo de la literatura infantil está cambiando, incluso las grandes multinacionales como Disney comienzan a dar un aire nuevo a sus cuentos… Aunque, todavía, queda mucho camino por recorrer. Pero como tú dices, paciencia :-) la fantasía se convertirá en realidad.

      Besos y un fuerte abrazo.

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  23. Felices todos tus días, Princesa!!!!!

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    1. Sobre todo después de haber firmado un contrato con el viento :-)

      Gracias, mi querida Luna

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  24. ¡Precioso, todo lo que he leído! Creatividad y ganas de contar lo que nos contaron, como nos da la "real gana"
    ¡Feliz 2013! Sin comer perdices, pobrecitas. Con ganas de tocar los malos augurios y transformarlos con nuestra varita mágica en doblones de chocolate.
    Besos de fresas y nata o rociadas de buen vino.

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    1. Bienvenida, Rosa del Aire, a este espacio que, espero, sientas como tuyo.

      Me alegro de que te guste este texto y agradezco tus buenos deseos para el 2013. Tu llegada ya es un buen augurio. La ROSA simboliza felicidad y crecimiento, y el AIRE, es el elemento de las ideas, la elocuencia y el movimiento dirigido hacia metas claras.

      La magia ya está de nuestro lado :-)

      Besos y abrazos.

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