Adam entorna los parpados mientras sus dedos avanzan despacio por el cuerpo
metálico de su viejo saxofón. Lo guarda en el estuche, mientras escucha, dentro
de su alma, una melodía silenciosa de amor y despedida Las lágrimas asoman
a sus ojos cuando lo cambia por los billetes que necesita para sobrevivir.
James coloca con delicadeza el instrumento
en el escaparate de su tienda de compra-venta. Siente que los objetos que él
obtiene tienen historia y acumulan sentimientos.
Rudy camina distraído hasta que un brillo
dorado llama su atención. Se acerca. Tras el cristal encuentra el saxo que
siempre ha soñado poseer. Sus ojos se iluminan y saca de su bolsillo los
últimos dólares que le quedan para comprar sus sueños.
Esta mañana estuve en un rastro y tuve la misma sensación que James. Estos lugares contienen toda la historia de la vida humana.
ResponderEliminarLe has dado un enfoque tan cercano que, para el común de los mortales, sería imposible no sentirse identificado con cada uno de los tres personajes. Además, está claro que es imprescindible hacer un uso inteligente de los recursos que tenemos a nuestro alcance.
Un abrazo.
Comparto tu opinión, Esther. Por eso, cuando paseo por rastros o mercadillos, me invade una sensación singular, mezcla de asombro, nostalgia, pena…sobre todo cuando veo esas fotografías que reposan sin dueño.
EliminarBesos y muchos abrazos.
Un triste ciclo, uno pierde lo que otro obtiene, aunque en ambos casos sea a base un gran sacrificio. Quizá algún día se inviertan los papeles. El instrumento pasará de mano en mano, cambiando de dueño pero, su pudiera entender, sabría que ambos le quieren y le querrán por igual.
ResponderEliminarUn bello relato.
Un abrazo.
No dudes de que el instrumento lo sabe, Josep, y compartirá con Rudy todas esas melodías que Adam dejó impresas en él y que, esquivas, se niegan a abandonar el metal.
EliminarBesos y abrazos.
Qué historias tan bonitas guardan los objetos. Menos mal que alguien nos las cuenta.
ResponderEliminarMaravilloso, niña dulce.
Un besazo.
Historias extraordinarias que solo esperan a quién desee escucharlas. Tú sabes mucho sobre eso :-)
EliminarUn beso grande.
Qué hermosa historia, sobre los dedos posándose en el saxo. Sueños que se consiguen.
ResponderEliminarUn dulce y melódico abrazo.
EliminarAsí es, Rosa, sueños que se consiguen o que, aunque se abandonen, siempre encuentran otro dueño.
Besos y muchos abrazos
Mari Carmen, me encanta venir aquí y llenarme de tus mundos...
ResponderEliminarSaludo enorme, hasta allá.
Y a mí que seas parte de ellos y que les aportes tu luz. Gracias, querida luna.
EliminarUn beso grande.
Mari Carmen, de alguna manera quisiera pensar que Adam se sentiría menos triste, a pesar de que el perfil del nuevo propietario no parece alejarse mucho del suyo. si pudiese saber que con el hecho de desprenderse del saxo había ayudado a cumplir un sueño.
ResponderEliminarCuánto sentimiento encerrado en el sonido de unas pocas notas musicales tan bien transformadas en palabras por ti.
Dejo una pieza al saxo que forma ya parte de la melodía de muchas vidas.
https://www.youtube.com/watch?v=447yaU_4DF8
Besos y abrazos
Qué bonito ese pensamiento de que todo aquello de lo que nos desprendemos pueda servir para ayudar a los demás a cumplir sus sueños. Eso es el reciclaje y lo que, en cierto modo, creo.
EliminarGracias por esa melodía que has traído, Alicia, es una de las piezas que más me gusta.
Besos y muchos abrazos.
Entre la supervivencia y el sueño se encuentran, por ejemplo, las librerías de viejo. Me gusta perderme en ellas, y si el libro no acumula mucho polvo, que va muy mal para la alergia, lo compro. Algo así me ocurre con tu relato, que habla de un superviviente, un soñador y, entre ellos, el más importante de todos: el que escucha la historia de los objetos. ¿Seremos acaso los escritores guardianes de la memoria?
ResponderEliminarUn abrazo.
A mí también me gustan las librerías de segunda mano y los libros que atesoran. Busco en ellos las marcas que les imprimen vida y carácter: el pliegue en una hoja de quién no continuo leyéndolo o del que lo marcó para leerlo incesantemente, ese cerco de café que, imbuido por el relato, derramó un ávido lector…Historias adosadas a sus hojas que me gusta imaginar. Y así con cualquier objeto antiguo. Porque como dijo Gabriel García Márquez, las cosas tienen vida propia, todo es cuestión de despertarles el ánima.
EliminarEs bonito ese pensamiento de ser guardianes de la memoria, aunque me parece que es demasiada responsabilidad. Lo importante, seamos guardianes o cronistas, es que continuemos escribiendo.
Besos y muchos abrazos.