Edificios de oficinas en construcción, inmensas torres de espaldas al cielo... Ése es el horizonte que diviso desde aquí, desde este rincón de honor apartada del quehacer diario. Los nuevos compañeros me miran con indulgencia desde sus mesas de trabajo, como quién mira a quien fue y ya no es nada. Para ellos solamente soy una reminiscencia del pasado a la que hay que tolerar. Es normal. Porque ellos son los dueños del mañana. Y el mañana es una promesa que se quiere cumplir.
Yo también tuve sueños. Pero pasa el tiempo y te das cuenta de que esos sueños ya no te pertenecen, son de otros. Si me hubieran conocido en otros tiempos...
Antes de la transición yo era imprescindible. Mi trabajo, impecable. Todos los papeles y documentos, incluso los de carácter secreto, pasaban por mí. Mi presencia era requerida en todas las reuniones y en todos los negocios.
Sí. La transición de la máquina de escribir al ordenador me dejó relegada al recuerdo. Pero sigo viva físicamente como adorno en una oficina o en un hogar. Y espiritualmente en la memoria de algún escritor que acarició sus sueños con mis teclas o en un joven que introdujo su futuro, por triplicado y con papel de calco, entre mis rodillos o, aquel estudiante que...Tantas y tantas historias que quedaron aprisionadas en mi memoria, que acariciaron mi cuerpo.