Angelo se arregla el cuello de la levita frente al espejo. La luz,
al incidir en los brocados, irradia destellos que lo envuelven en un halo de
misterio y seducción. Satisfecho, se coloca la máscara que él mismo ha creado.
La música de Vivaldi acompaña sus pasos hacia
el salón, donde arlequines, pierrots y bellas colombinas, escapan a su realidad
durante unas horas. Desde una esquina les observa danzar, hasta que, a las doce
en punto, todo se detiene y los invitados retiran sus antifaces. Solo Angelo
mantiene el suyo, centrando todas las miradas.
Tus textos son siempre delicados y exquisitos como encajes de Valenciennes, niña dulce.
ResponderEliminarAunque hables de lo terrible.
Un abrazo enorme.
Por desgracia, Vichoff, no podemos evitar el horror. Solo nos queda enfrentarnos a él y revelarlo con delicadeza.
EliminarUn beso grande.
Una preciosidad. Besos mil.
ResponderEliminarGracias, Ana, por tus palabras, pero, sobre todo, por esos besos :-)
EliminarTe los devuelvo multiplicados por dos.
Como los ángeles y los demonios, la máscara ha evolucionado hasta el virtuosismo. ¿Qué mejor antifaz que el ofrecido por las redes sociales? Toda una paradoja.
ResponderEliminarTus relatos tienen mucha vida interior y siempre es un placer escucharlos.
Un abrazo.
EliminarEsther, tus comentarios nunca me dejan indiferente, por su lucidez y perspicacia. Una de las recomendaciones en las redes sociales, que yo no suelo respetar, es la de: “no te fíes de nada, todo es un espejismo o mentira”. Prefiero equivocarme cien veces, que perder una sola persona de valía, que las hay.
Besos y muchos abrazos
Me gusta mucho, Mari Carmen, la precisión del relato y su estremecedor final inesperado. Un beso.
ResponderEliminarGracias, mi querida Nines, por añadir emoción a mis letras.
EliminarBesos y un fuerte abrazo
Un relato soberbio, Mari Carmen. Muy bien escrito y con un toque de distinción, esa distinción literaria que te caracteriza.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por la generosidad de tu comentario, Josep, pero recuerda que la mitad del éxito es tuya :-)
EliminarBesos y abrazos
En efecto, todos nos ponemos una máscara para sobrevivir en esta farsa que es la vida, pero hay que saber retirarla a tiempo. Me figuro a un escritor que todo el tiempo se comporta como un escritor. Qué pedante y qué perfecto pelmazo. Es más sano no ir de nada. Por cierto, excelente final (es lo más difícil de un cuento).
ResponderEliminarUn abrazo.
No te falta razón en lo que dices, José Antonio. Como dijo Alan Moore, autor de “ V de Vendetta”, el problema de llevar una máscara durante mucho tiempo es que se corre el riesgo de olvidar lo que había debajo de ella.
EliminarBesos y muchos abrazos