Medusa mira a su
amante que yace a su lado convertido en piedra. Se levanta del lecho y saca la
mejor túnica del armario. Tras vestirse, busca su reflejo en el espejo empañado
por el calor y la humedad de la gruta. Traza, apartando el vaho de la
superficie, dibujos despreocupados, hasta que su mano toma el control y perfila
su bello rostro. A su espalda, percibe un destello metálico. Busca en el
cristal el objeto que lo emite y ve a Perseo que, protegido por un escudo,
camina hacia ella. No se gira, no hace nada para detener el camino de la
espada… Sonríe al saberse mortal. No desea vivir sin sentir, de nuevo, el calor
de una mirada enamorada.
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Hace 5 días