Gracias a todos por venir a este nuevo encuentro, organizado
por la Asociación Literaria Plaza Nueva Idazleak, con escritores de otras comunidades. No
cabe duda que la descentralización ha fomentado de un modo sensacional el
resurgimiento de nuestros autores locales, hecho que es de agradecer, pero también
que corremos el riesgo de quedar circunscritos en el ámbito de nuestra propia autonomía,
dejando de lado uno de los valores más extraordinarios de la Literatura: su
universalidad.
Hoy tengo el honor de
presentaros a Luis Miguel Rodrigo González, que ha venido desde Madrid para
presentarnos su primera novela: «El ojeador». Que sea su primera novela no quiere decir que nos
encontremos ante un autor novel, muy al contrario. En el 2006 publicó el
poemario «Inclemencias de un cardo borriquero»,
en el 2011 el ensayo «La enfermedad de la prisa: un trastorno de los ideales» y
en el 2014 «Mala letra», obra ganadora del prestigioso premio de poesía «Blas
de Otero» de Majadahonda.
Antes de comenzar a hablar de «El ojeador», quisiera
detenerme un instante en el título de su primera publicación: «Inclemencias de
un cardo borriquero». A nadie se le escapa la connotación negativa con la que
usamos esa expresión para referirnos a una persona arisca o de trato difícil.
Sin embargo el cardo es algo más que una flor espinosa. Entre otras
propiedades, tiene la capacidad de crecer y florecer en
lugares adversos como los bordes de los caminos o las escombreras. Pues Luis
Miguel es como uno de esos cardos: tenaz, dinámico, rebelde… y que, como él
mismo nos indica en uno de sus poemas, ha aprendido a buscar la
inspiración a ras de infierno.
En él confluye, además, una circunstancia que le convierte en un escritor
especial y comprometido: su profesión como psicólogo clínico —con más de veinte
años de experiencia— con lo que conlleva de introspección, de discernimiento
acerca de la esencia de las emociones y del pensamiento, y, sobre todo, de empatía
hacia los demás y las diversas realidades que existen más allá de la
particular.
No me extrañó que Luis Miguel eligiera el tema del futbol
para su primera novela, le he visto hacer maravillas con un futbolín mientras
me daba no solo lecciones de escritura sino de vida, pero sí sentí interés por
ver cómo lo enfocaría. Máxime cuando soy bastante crítica con ese deporte. Y reconozco
que, como esperaba, no me ha defraudado.
Luis Miguel rompe las reglas de la narración convencional y
estructura la novela en: Primera parte, Descanso, Segunda parte, Descanso
previo a la prórroga y Prórroga. Un partido que no es sino una asombrosa
metáfora vital, en la que no encontraréis ni una sola jugada de futbol. Porque
el futbol es solo el marco de referencia del que se sirve para abordar temas
como la amistad, la familia, la inmigración, las drogas, las relaciones de
pareja o la soledad.
La acción se desarrolla en un pueblo perdido con nombre de alambrada,
pero también podría haberse enmarcado en alguno de los barrios más pobres y
peligrosos de Sudamérica o en muchos de los países africanos donde los chicos improvisan
pelotas de paños, mientras sueñan con triunfar como futbolistas y salir de la
pobreza.
Tras conocer el rumor de la existencia de una joven promesa del balón, Jaime, un ojeador
de futbol con un solo ojo y una navaja de siete dedos en el bolsillo, llega al
pueblo, con el convencimiento de que ese adolescente puede ser su última oportunidad
para salir de una vida vacía y anestesiada por el alcohol.
Con este inicio, mediante el monólogo interior de cada
personaje, se va tejiendo la historia de unas existencias frágiles —con sus
secretos, temores, sueños y dudas—, que, a su vez, introducen al lector en una
trama que discurre en paralelo. Una carrera contra la muerte repleta de acción,
de peligros, de suspense, en la que se demuestra que es en las circunstancias
excepcionales donde el ser humano se revela como realmente es. Y todo ello
escrito con el lenguaje de los sentidos, con una sutileza tan genial como
hermosa
Se dice que el jugador número doce de un equipo es la
afición. En este caso, es el lector Os animo a que os convirtáis en ese
decimosegundo jugador y participéis en este partido intenso y sorprendente. Porque
os aseguro que cuando finalice, como ocurre siempre que la Literatura es de
calidad, habréis ganado por goleada.
Y antes de terminar y dar paso a Luis Miguel, que nos hablará
sobre su novela, y a Vicente Corral, que compartirá su experiencia como ojeador profesional, no me
resisto a dejaros su «Lección de futbolín», extraído del poemario premiado
«Mala letra». Quiero que seáis vosotros quienes juzguéis, más allá del cariño y
admiración que siento por Luis Miguel y que han reflejado mis palabras.
LECCIÓN DE FUTBOLÍN
1. —Nivel
participante:
Para ser
especialista en este arte primero hay que
exiliarse
en el silencio —que hablen el hierro y la
madera— y
dejar que el oído se acostumbre al
impacto de
la bola con las tablas, sin que se nos
escape el
parpadeo con el ojo que tiende a
protegerse
de un tornillo desprendido o una astilla.
Esta
primera fase del entrenamiento dura lo que
tarda en
superarse la muerte de un amigo
2. — Nivel
aficionado:
Se hace
imprescindible que crujan los tendones de
la mano y
jamás perder de vista la jugada, aunque la
luz del
fluorescente, el humo y el cansancio nos
cieguen las
muñecas.
3. — Nivel
competitivo:
Se debe
mantener el pulso frío cuando cientos de
derrotas
observan la partida. Esto se consigue
cuando las nuestras pesan tanto como aquellas.
4.— Nivel
profesional:
Se hace
preciso, para llegar a ser alguien en el juego,
pedernal
tras las costillas, rabia de sobra y la
puntería
que sólo proporciona haber perdido
mucho desde
niño.
5.—Nivel
ganador:
No deben
aspirar los vencedores a premios
sustanciosos;
tal vez a que les llamen por su nombre
y quede
sepultado en el olvido, a base de victorias,
su apodo de
extrarradio.
Fue una delicia asistir a la presentación y conocer a Luismi y a Elena en persona. Qué grandes personas. Nos quedaron las ganas de volver a encontrar nuestros caminos. Tu presentación, como siempre, de las que tocan el corazón. Gracias por revivir ese momento.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias a ti por acompañarme. Fue una tarde deliciosa y un privilegio tener entre nosotros a Luismi y Elena. La Literatura nos da muchas cosas, entre las más valiosas: conocer a gente y encontrar amigos.
EliminarBesos y muchos abrazos
No hay mayor premio que el de seguir aferrado a la pluma endurecidos sus dedos, sentir el sudor en su cuerpo, y que brote y chorreen por sus dedos, aun añosos, miles de sueños, miles de sentimientos los que nos hagan vivir, para morir como los salmones rio arriba buscando su nacimiento.
ResponderEliminarEse es el premio. Ese es el poder de los sueños.
Bss
Y es un placer comprobar que tú continuas, ahora más si cabe, tras tus sueños.
EliminarBesos y muchos abrazos
Yo no estuve físicamente, pero como si hubiera estado. Magnífica presentación, Atxia, de un escritor espléndido. En todos los géneros. Luis es de los buenos, buenos. Y tú demuestras cada día que dominas el oficio. Enhorabuena.
ResponderEliminarClaro que estuviste, Emilio. Es tanto lo que he aprehendido de ti que, en cierto modo, siempre me acompañas :-)
EliminarNo sé si la presentación es magnífica, pero sí que está hecha desde el cariño y admiración que, desde el principio, me ha unido a Luismi. Pero eso no quiere decir que le reste objetividad. Como dices es de los buenos :-)
Besos y muchos abrazos